El prestidigitador sacó su varita mágica y revolvió en su sombrero todo lo que allí había puesto; realizó un par de movimientos misteriosos y dijo tres palabras mágicas y fascinantes; en un dos por tres hizo desaparecer el mundo ante mis asombrados ojos.
Se quedó solo y sin público para siempre. ©
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2 comentarios:
Hahahaha
Tener cudado con la magia ja alguien lo dijo et no jugar con el mundo en nuestros sombreros, peligroso.
Salud mi dulce Elisa
Jean
Bastante cierto Elisa, el hombre en el afán de sorprender muchas veces destruye su propio mundo. Habéis dado en el punto.
Un abrazo
Paulina Paz
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