El Alquimista comenzó a mezclar sus extrañas pócimas. En el silencio de su frío laboratorio, tan frío como su corazón; que de tanta soledad se le llenó de escarcha. Mezclaba y mezclaba, obsesionado con dar con la fórmula perfecta...
Se le pasaron las horas, los días, los años... ; no lograba dar con lo que con loca pasión quería. Tanta fue su obsesión y sus silencios, que cierta vez, una noche impensada, llegó a lo justo que ansiaba; lo logré...por fin !!!... gritó. Miro a su lado y no había nadie...salió de su cuartucho...estaba vacío...corrió a la calle...estaba vacía...
Entró a su vieja casona, y arrastrando los pies de cansancio, se dió cuenta que en la busqueda de su delirio...se había quedado solo...
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