CANTO XXVI

No permitas que el polvo 
(como un fino terciopelo)
cubra mis palabras.

No permitas que el silencio
(como una mordaza azul)
enclaustre mis poemas.

Abre tus manos con las palmas hacia el cielo
y recibe mi vertiente de agua pura y fresca.

Empapa tus labios con mis humedades
y te recitaré algún verso
en las noches frescas.

Te regalaré cada día
un beso,
cubriré de frescuras
(como la hiedra)
tu cansado corazón tan frío como la piedra.

Búscame en cada rincón de alguna habitación olvidada,
donde espero por ti
con la paciencia
que teje su tela la araña
y con la misma ternura
con la que alguna vez, acaricié tu cabeza.



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